A principios del siglo XX, la fiesta de la matanza duraba casi un mes. Solía tener lugar en las puertas de las casas y cada uno de los vecinos que pasaba por delante era invitado a tomar una copa de aguardiente.
Entre Extremadura a Castilla-La Mancha, el cerdo siempre fue la base de la economía doméstica, desde los guisos de carne del medio día o el bocadillo de chorizo de la merienda, hasta los mantecados del desayuno. Y es que, como reza un dicho popular de estas tierras, “del cerdo se aprovecha hasta los andares”... Hoy, el sacrificio del cerdo es una tradición prohibida y son escasos los pueblos donde aún se puede contemplar. Texto de Lola Delgado
© Eduardo M.Conde | Todos los Derechos Reservados 2023